5 diciembre 2024

AGUA, FUERTES AMBIENTALES, CORONAVIRUS, EPIDEMIAS, OLVIDOS Y NEGOCIOS-duplicate-1

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Recordando las palabras del Dr. Mascheroni

Todos saben, porque los medios de comunicación nos lo recuerdan todos los días, en letras de molde, la “terrible epidemia de coronavirus”, originada en China.

Por ello, me puse a recorrer portales de medios de las últimas dos décadas, en que se “informaba” de la existencia de otras epidemias, como la asiática, la aviar, la porcina y otras, y que, con sorpresa, vi que los titulares actuales son casi una copia textual de los otros sucesos.

En todos, se hacía referencia a los millones de muertos que se producirían, la ausencia de camas en hospitales para los afectados, los esfuerzos en la elaboración de medicamentos y antivirus para controlar la plaga, mencionando a los responsables de las mismas, que en este caso recae en el prácticamente desconocido “PANGOLÍN”.

Sin menoscabar la importancia del caso, creo que la generación de miedo entre la población, sobre todo a enfermedades o la muerte, impide a los seres humanos el pensamiento racional y objetivo, lo que los lleva a munirse a cualquier costo de todo lo necesario para enfrentar el peligro.

Los laboratorios y fabricantes de elementos sanitarios como barbijos y otros, están de parabienes, ya que el pánico multiplica en forma exponencial sus ganancias y reactiva sus negocios, sin importar la gravedad del problema.

La Organización Mundial de la Salud (OSM) irresponsablemente abona el terreno en dicha dirección y contribuye a la política del miedo sanitario y nunca se hace cargo de sus yerros, como en otras oportunidades, sin importar si pierde credibilidad, ya que cuenta con el suficiente blindaje y corsé mediático que la hace inmune.

La parafernalia comunicacional de opinadores varios, funcionarios de toda laya y galenos mediáticos, siguen haciendo hincapié en el tema, omitiendo otros más acuciantes y cuantitativamente más significativos, con un silencio preocupante, cuando no cómplice

Mientras tanto la pandemia de la contaminación del aire, de la que no hay titulares, provoca graves consecuencias sanitarias, principalmente en conglomerados urbanos, donde vive la mayor cantidad de personas.

Sin olvidar lo que pasa en África, donde el SIDA, las hambrunas y otros males, como

la mala calidad del agua, ponen al borde del genocidio a la población de muchos países, males solucionables en muchos casos, por unos pocos centavos de dólar. Agreguemos Haití y otras zonas del mundo y el panorama se torna desolador.

La situación en el planeta no es halagüeña: la cifra de muertes provocadas por la polución del aire se eleva a 8,8 millones de personas anuales. La mayoría de esas muertes prematuras se producen por enfermedades cardiovasculares. Respirar aire contaminado provoca más muertes que el tabaco.

Estudios indican que caminar media hora en un microcentro atestado de tráfico equivale a fumar entre 15 y 40 cigarrillos por día, debido a la concentración de gases, humos y partículas en suspensión, particularmente de vehículos diésel, cuyos efectos son probadamente cancerígenos.

En ese contexto las Cardiopatías; Accidentes cerebrovasculares; Enfermedad pulmonar obstructiva crónica (EPOC); Infecciones vías respiratorias; Cáncer de tráquea, bronquios y pulmón, Alzheimer, demencia senil y Parkinson están a la orden del día, pero no tienen la repercusión en los medios, salvo en publicaciones especializadas.

Sin menoscabar ninguna desgracia, el porcentaje de muertes por coronavirus sobre los habitantes de la Tierra es de 0,00002 %, mucho menos que los decesos por gripe común, y por contaminación del aire, es de 0,01%, lo que habla a las claras sobre la letalidad de uno y otro.