María Catalina Echevarría: La costurera de la patria que la historia casi olvida

La mujer que bordó los colores de la libertad
En el corazón del Monumento a la Bandera, en Rosario, hay un nombre que destella entre bronces y mármoles: María Catalina Echevarría. La única mujer mencionada con nombre propio en esa imponente estructura, pero también una de las grandes ausentes en los relatos fundacionales de Argentina.
Mientras cada 20 de junio el país honra a Manuel Belgrano, su creador, pocos recuerdan a la artífice material de aquel primer estandarte celeste y blanco. ¿Quién fue esta mujer que, con aguja e hilo, cosió un símbolo eterno?
De huérfana a protagonista silenciosa
Nacida en 1788, María Catalina quedó huérfana siendo niña y fue acogida por la familia Tuella, dueña de una tienda de telas. Allí, entre rollos de lienzo y madejas de hilo, aprendió el oficio que años después la llevaría a la historia.
Su hermano, Vicente Anastacio, era amigo cercano de Belgrano. Y fue ese vínculo el que la puso en el camino de la Revolución. En 1812, cuando el general llegó a Rosario para fortificar las costas, se alojó en la misma casa que ella. Fue entonces cuando Belgrano, inspirado por los colores de la escarapela, le pidió a María Catalina que diera forma a su visión: la primera bandera argentina.
Una mujer en un mundo de hombres
No solo la cosió. También estuvo presente en la jura, un acto inusual para una mujer en una época en que la guerra era cosa de varones. El historiador Adolfo Paulón destaca su valentía: “Asistió a la ceremonia frente a las baterías Independencia y Libertad, desafiando las normas de su tiempo”.
Pero su figura quedó difuminada en los pliegues de la historia. El escritor Pacho O’Donnell lo resume con crudeza en “El grito sagrado”: “Olvidarla es otra prueba de cómo se borró a la mujer de la construcción de la patria”.
Rescatar su legado
Hoy, algunos rastros de su memoria persisten:
- Un vitral en la Catedral de Rosario la muestra, discreta pero presente, en la escena de la primera jura.
- Un bajorrelieve de Eduardo Barnes en el Monumento a la Bandera la retrata entregando el paño sagrado.
- Un óleo de Pedro Balangué la pinta con un vestido blanco, observando la ceremonia como testigo clave.
La historiadora Griselda Tarragó reflexiona: “Recuperarla del olvido es reparar una deuda. Su compromiso con la Revolución merece ser contado”.
Reflexión final
María Catalina Echevarría no fue solo una costurera. Fue una mujer que, con sus manos, ayudó a tejer la identidad de una nación. Su historia nos recuerda que, tras los grandes símbolos, hay gestos pequeños pero fundamentales. Y que, a veces, la historia es también lo que calla.