21 noviembre 2024

Recordando las palabras del Dr. Mascheroni

Es principalmente el transporte automotor, poco juzgado en todos sus impactos, salvo por unas pocas asociaciones en aspectos vinculados a la accidentología.

El que cobra negro protagonismo ante hechos luctuosos, pero, pasadas las catilinarias periodísticas y las imágenes en primera plana de fierros retorcidos, cae nuevamente en letargo, hasta la ocurrencia de nuevos hechos.

Los sentidos se alertan, al oír: pasteras, fumigación o minería a cielo abierto, etc., pero no ocurre lo mismo al hablar de la contaminación del aire. ¿A qué se debe ello?

En un mundo petróleo dependiente, en el que los intereses son inconmensurables, hablar del coronavirus está bien, pero cuestionar esa matriz energética no es políticamente correcto para muchos.

¿Se imagina? a fundaciones, como: Ford, YPF, Rockefeller, Avina, o embajadas de Gran Bretaña y EE. UU, o empresas como Repsol, Oxy Petroleum, American Express, aportando fondos para campañas contra el automotor. Seguro que no.

Para colmo de males, la verdadera causa del problema es, aceptada por todos.

Mahatma Gandhi, decía: “Los médicos honestos le dirán a Ud. que el estado de salud general empeora en proporción al aumento de los medios de locomoción artificiales.”

Mientras los motores continúan emitiendo gases, el peligroso aire que respiramos nos está matando.

Un estudio reciente publicado en la revista ‘The Lancet Planetary Health’, reclama como “urgente” que se mejore la calidad del aire, ya que es un asunto global y que: “más del 93% de los niños del mundo están respirando aire completamente tóxico y esto está afectando de una manera dramática su salud”, se dijo en Ginebra.

Los casos extremos, pueden llegar a ser mortales: 600.000 niños menores de quince años murieron a causa de infecciones agudas de las vías respiratorias inferiores causadas por el aire contaminado el año 2016.

Además, graves consecuencias de la contaminación se dan en mujeres embarazadas, ya que sufren un mayor riesgo de dar a luz prematuramente y tener hijos con tallas y peso inferiores a los normales.

 “La exposición al aire contaminado en la gestación o después, provoca que el cerebro del niño no se desarrolle de la manera que hubiera debido desarrollarse, pero además puede generar asma y cáncer infantil, aumentando el riesgo de enfermedades crónicas como las cardiovasculares”.

Los niños son especialmente vulnerables a los efectos de la polución ya que su ritmo respiratorio es más acelerado que el de los adultos y, por tanto, absorben más agentes.