30 abril 2024

Ícono indiscutible del folklore argentino

Su nombre real era Héctor Roberto Chavero

Nació el 31 de enero de 1908 en el Campo de la Cruz (de la familia Segoburo, sus tíos abuelos vascos) Partido de Pergamino, Provincia de Buenos Aires. Era una antigua posta rural, equidistante del pueblo de Colón y del pueblo de Pergamino, al norte de la provincia de Buenos Aires. Su padre mestizo de origen quechua, era oriundo de Monte Redondo, en la provincia argentina de Santiago del Estero, y su madre, de apellido Aramburu, era criolla de padres vascos. Su infancia transcurrió en Agustín Roca (partido de Junín), donde su padre trabajaba en el ferrocarril como telegrafista y se dedicaba también a la doma de caballos. Inicialmente estudió violín con el padre Rosáenz, el cura del pueblo. Más tarde aprendió a tocar la guitarra en la ciudad de Junín con el concertista Bautista Almirón, quien se ría su único maestro. Inicialmente vivió en Junín en la casa de Almirón; posteriormente regresó al pueblo de Roca y viajaba 16 km a caballo para tomar las lecciones en la ciudad. Con Almirón, Roberto Chavero descubrió la música de Sor, Albéniz, Granados y Tárrega, y también las transcripciones para guitarra de obras de Schubert, Liszt, Beethoven, Bach y Schumann.

En 1917 con su familia pasó unas vacaciones en la provincia de Tucumán, y allí conoció un nuevo paisaje y una nueva música, con sus propios instrumentos, como el bombo y el arpa india, y sus propios ritmos, la samba, entre ellos. La temprana muerte de su padre lo convirtió prematuramente en jefe de familia. Fue improvisado maestro de escuela, luego tipógrafo, cronista y músico. Jugó tenis, boxeó y se hizo periodista. A los 19 años de edad, compuso su canción «Camino del indio”. Conoció Jujuy, los valles calchaquíes y el sur de Bolivia.

En 1931 se casó con su prima María Alicia Martínez, quien tenía un hijo nacido en 1923 de una pareja anterior. No le había ido bien en la ciudad de Buenos Aires, así que se fueron a la provincia de Entre Ríos, donde nació su primera hija, Alma Alicia Chavero, y se afincaron un tiempo en Tala.

En enero de 1932 participó en la fallida intentona revolucionaria de los hermanos Kennedy, en La Paz (Entre Ríos), en la cual estuvieron envueltos también el coronel Gregorio Pomar y el escritor Arturo Jauretche, quien inmortalizó la patriada en su poema gauchesco El Paso de los Libres.

Después de esta derrota debió exiliarse. Tuvo que refugiarse un tiempo en Montevideo (Uruguay), y luego en otras localidades del interior oriental y el sur de Brasil. Mientras tanto su esposa había regresado a Junín (provincia de Buenos Aires), donde el 11 de enero de 1933 nació su segundo hijo, Atahualpa Roberto Chavero. Finalmente, en 1936 en Rosario nació Lila Amancay Chavero. Al año siguiente, se separó de su mujer. Ella y los cuatro hijos volvieron a Junín.

En 1934   reingresó a la Argentina por Entre Ríos y se radicó en Rosario (provincia de Santa Fe).

En 1935 se estableció en Racó, un caserío a unos 40 km al noroeste del pueblo de Tafí Viejo (provincia de Tucumán). Pasó brevemente por la ciudad de Buenos Aires –donde diversos intérpretes comenzaban a popularizar sus canciones– para actuar en radio. Recorrió después Santiago del Estero, para retornar por unos meses a Raco en 1936. Realizó una incursión por Catamarca, Salta y Jujuy. Más tarde visitó nuevamente el altiplano en busca de testimonios de las viejas culturas originarias. Retornó a los valles calchaquíes, recorrió a lomo de mula los senderos jujeños y residió por un tiempo en Cochangasta (una aldea a dos kilómetros de la ciudad de La Rioja). En Tucumán, en 1942, conoció a la pianista y compositora sampedrina ancocanadiense Nenette Pepín (1908-1990), con la que convivió los siguientes 48 años.

Como en Argentina no existía el divorcio, tuvieron que casarse vía Montevideo (en 1946), por lo que legalmente Yupanqui era bígamo. Con Nenette tuvo su último hijo, Roberto Chavero, el cual fue el único que Atahualpa Yupanqui mostró como tal, tal vez influido por Nenette, quien llevaba las riendas en la pareja.

A causa de su afiliación al Partido Comunista, Yupanqui sufrió la censura durante la presidencia de Juan Domingo Perón. Fue detenido y encarcelado varias veces. Al respecto ha dicho Yupanqui:

“En tiempos de Perón estuve varios años sin poder trabajar en la Argentina. Me acusaban de todo, hasta del crimen de la semana que viene. Desde esa olvidable época tengo el índice de la mano derecha quebrado. Una vez pusieron sobre mi mano una máquina de escribir y luego se sentaban arriba, otros saltaban. Buscaban deshacerme la mano, pero no se per- cataron de un detalle: me dañaron la mano derecha y yo, para tocar la guitarra, soy zurdo. Todavía hoy, a varios años de ese hecho, hay tonos como el sí menor que me cuesta hacerlos. Los puedo ejecutar porque uso el oficio, la maña; pero realmente me cuestan”.

Chavero se fue a Francia en 1949, ya utilizaba el seudónimo Atahualpa Yupanqui. La cantante Edith Piaf lo invitó a actuar en París el 7 de julio de 1950. Inmediatamente firmó contrato con Chant du Monde, la compañía de grabación que publicó su primer LP en Europa, Minero soy, que obtuvo el primer premio de mejor disco de la academia Charles Cros, que incluía 350 participantes de todos los continentes en el Concurso Internacional de Folclore. Posteriormente, viajó extensamente por Europa.

En 1952, Yupanqui regresó a Buenos Aires, donde rompió su relación con el Partido Comunista, lo que hizo más fácil para él concertar actuaciones en radio. Mientras que con su esposa Nenette (Paule Pepín Fitzpatrick) construía su casa en Cerro Colorado (Córdoba), Yupanqui recorría el país. Musicalizó las películas Horizontes de piedra (1956), basada en su libro Cerro Bayo y Zafra (1959), actuando también en las mismas.

Atahualpa   abandona   este   mundo en Nimes, Francia, un 23 de mayo de 1992. (Fuente Wikipedia)

“No soy poeta –aclaraba–, yo escribo y canto las cosas que me dicta el silencio”. A su juicio había dos clases de obras que le estremecían, las del hombre cuando roza el arte y las de la naturaleza: “Me conmueven las   grandes    manifestaciones de la cultura, pero no más que los desiertos que pisé en América, África o Asia. Ese silencio me estremece, ese silencio que nunca pude agregar a la música que toco”. No era escritor, pero sí buen lector de Borges, de Cortázar, de Neruda y de Herman Hesse. Cantó, sin saber cantar”, con Edith Piaf en el París de pos- guerra. Escribió, “sin ser poeta”, temas como Luna tucumana, Los ejes de mi carreta, La pobrecita, La milonga del solitario, La milonga del peón de campo o El arriero, que fueron difundidos por todas las emisoras de radio de Latinoamérica.