Cumbre de París: ¿hacia un nuevo pacto financiero global?
La cumbre de París terminó el viernes sin comprometer las medidas necesarias para abordar los problemas de deuda que enfrentan los países en desarrollo ni los combustibles fósiles, uno de los principales sectores responsables de la crisis climática.
Los días 22 y 23 de julio se celebró en París en el Palacio Brongniart la cumbre para un “Nuevo Pacto Financiero Mundial” en dónde 40 líderes mundiales, incluidas dos docenas de África, el primer ministro de China y el presidente de Brasil y Colombia, se reunieron para discutir el financiamiento climático, el crecimiento verde, la deuda y la inversión privada.
Fueron convocados por el presidente de Francia, Emmanuel Macron, para impulsar una nueva agenda financiera global a partir del impulso que tomó la Iniciativa de Bridgetown, propuesta por la Primera Ministra de Barbados, Mia Mottley, en 2022. Las discusiones claves incluyeron la reforma de las instituciones financieras, la búsqueda de nuevas fuentes de financiamiento y mecanismos innovadores, en especial para reducir la deuda en un nuevo contexto global atravesado por múltiples crisis de desigualdad social y pobreza extrema, cambio climático, pérdida de biodiversidad y pandemias.
“El consenso sobre la reforma de las instituciones financieras es contundente. El Banco Mundial y el FMI, creados después del acuerdo de Bretton Woods, de 1944, ubicados en Estados Unidos y dirigidos por ese país, no pueden dar respuestas a los nuevos desafíos planteados por la coyuntura internacional”, remarcó Julia Gerlo, politóloga e integrante del área de Investigación de FARN.
Además, Gerlo agregó que es necesario reformar esas instituciones y cambiar los actuales mecanismos financieros. A pesar de que ningún país se mostrara en oposición con esta premisa, los compromisos obtenidos fueron escasos.
El secretario general de la ONU, Antonio Guterres, consideró que la actual estructura financiera internacional es “obsoleta” y contribuye a acrecentar las desigualdades, por lo que pidió “medidas urgentes” hacia una mayor “justicia mundial” y llamó a “tomar medidas a partir de ahora y dar un paso de gigante hacia la justicia mundial”.
El presidente brasileño, Lula da Silva, dijo en un contundente discurso de cierre que “la ONU y el FMI ya no representan el mundo de hoy”. También, afirmó que sin cambios en la gobernanza global, “la cuestión climática se convierte en una broma”.
Sin embargo, la cumbre de dos días, que buscó, entre otras cosas, impulsar los esfuerzos de reforma destinados a desbloquear los billones de dólares necesarios para abordar el cambio climático, generó una sensación amarga. Una vez más, los países en desarrollo volvieron a poner sobre la mesa el tema de los niveles abrumadores de deuda que impiden medidas climáticas y de desarrollo. Por ejemplo, Gustavo Petro, presidente Colombia fue claro al mencionar que “los mecanismos de mercado no nos van a resolver los problemas de la vida, debemos utilizar métodos de emergencia”. Incluso propuso avanzar con un plan Marshall contra la crisis climática, basado en gravar transacciones financieras y “cambiar deuda por acción climática”.
Mahamat Déby, el presidente de Chad, pidió “suprimir la deuda de los países africanos” y poner los compromisos ya realizados en práctica con una movilización más rápida de los instrumentos de financiación para luchar contra los efectos del cambio climático”. En la misma línea, el presidente de Sudáfrica, Cyril Ramaphosa, dijo que “varios de los compromisos que se han hecho realmente no se han cumplido en su totalidad”, y denunció con fuerza las inequidades de poder que existen entre los países del Norte y del Sur Global y reforzadas por la pandemia, en particular en la elaboración y distribución de las vacunas contra el COVID-19
Los temas postergados: la deuda y los combustibles fósiles
La cumbre no alcanzó compromisos para hacer frente al endeudamiento dejando muy por debajo de las necesidades de los países en desarrollo sin propuestas de condonación de la deuda y sin esfuerzos adicionales por parte de las naciones más ricas.
Las principales conclusiones se vieron plasmadas en una hoja de ruta trazada de cara a 2023 y 2024. “Las mismas propuestas, ya escuchadas con anterioridad -nuevos préstamos, postergación de plazos o canjes de deuda por acción climática-, que nacen del seno de las mismas instituciones que ya han generaron altos niveles de deuda y graves consecuencias socioambientales, volvieron a mostrarse presentes”, explicó Gerlo.
Los combustibles fósiles fueron otros de los grandes ausentes. Muchas de las organizaciones de la sociedad civil de todo el mundo demandaron el redireccionamiento de la enorme cantidad de subsidios de la industria de los combustibles fósiles, para abordar la crisis climática. No hubo ni una sola mención al respecto.
Por su parte, Jazmín Rocco Predassi, coordinadora del área de Política Climática de FARN dijo que la cumbre de París no fue lo suficientemente lejos para plantear las reformas serias y necesarias en la gobernanza de las instituciones financieras. Este momento político, uno de los tantos vinculados a financiamiento que se desarrollarán durante el 2023, se da en un contexto en que los países están negociando, bajo la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático y el Acuerdo de París, una nueva meta de financiamiento que los países desarrollados deberán proveer a partir de 2025 debido a sus responsabilidades históricas. Sin embargo, “la meta prometida en 2009 en Copenhague y formalizada en 2015 en París de los 100 mil millones de dólares sigue sin materializarse” finalizó Rocco Predassi.