“No todo es plata, ni todo el mundo anda apurado…”
Recordando esas historias que difícilmente olvidamos…
En el marco de los festejos, los recuerdos hacen su juego obviando los motes de algún que otro reproche bajo la mirada retrospectiva que acompaña esta reflexión, especialmente en las anécdotas de aquello que pudo ser y no fue.
No fue posible que nuestro ‘mascaron de proa’, nuestra chica “diez” de tapa (en revista La tranquera impresa en papel) en aquella edición nos lamentábamos no poder participar y disfrutar de tantas horas de preparación previa a los eventos programados en la agenda capitalina con mucha antelación. Como lo fue la cobertura periodística en la FARN, la JUCsa y mucho menos asistir a la Expo de Palermo, donde desde hace algunos años nos acompaña.
Había mucho trabajo realizado para que en cada evento se notara el brillo en el compromiso asumido. Pero aquella noche de julio `nuestro barco era azotado por una fuerte tormenta´.
Un accidente al tomar la línea de colectivo 111 en calle Santa Fe casi Callao, (Capital Federal), la dejo tirada en la vereda bajo una intensa lluvia con fracturas varias en una pierna. Allí la encontramos, cuarenta minutos más tarde acudiendo a su triste llamado de auxilio. Nadie se detuvo, a pesar de las cámaras en la vía pública, ni policías, si servicios de urgencia. Allí estaba ella, empapada de agua, se había arrastrado hasta la pared para que no la pisen.
Suena raro y hasta cruel que nadie se haya detenido, quizás opera el miedo a involucrase o perder el tiempo. Empero no todo es plata, ni todo el mundo anda apurado, de pronto en ese inmenso océano de cemento apareció “un ángel”, por llamar de alguna forma, al taxista que solo nos hizo saber que era admirador de solita Silveira y se involucro en nuestra historia ni bien nos instalamos en el asiento trasero., Conducía como un as del volante, como un profesional de fórmula uno. Cargamos la joven muchacha, llegamos a la primera clínica que encontramos, él se había involucrado como si el problema fuese suyo. Preguntamos varias veces cuanto costaba el viaje, pero aparcó el taxi en la guardia del aquel mosocomio donde insistí en pagar el viaje al preguntarle “señor ¿Cuánto le debemos?” pero parecía no escucharme- “¡Que se recupere la muchacha!… adiós…” acelero y se fue.
La situación requería calma, ¡mucha calma! y una “gorda billetera” para solventar los gastos en una clínica privada, más la pregunta ¿cómo hacemos?., Empero, la vida te da sorpresas, los días fueron pasando y como en una obra de teatro aparecieron los demás actores de reparto; la Doctora Liliana y Don Abate el dueño de una importante inmobiliaria en calle Paraguay, que conocimos casi por arte de magia, a través de un colega en el rubro., Quien como si nos conociera de años dijo: “Yo no… pero seguramente aquí a unas cuadras esta él…”, mencionando a; Don Abate “que le va poder solucionar el problema de un alquiler temporario”. Y efectivamente, así fue. Sin más garantía que la palabra y unos pesos dijo más o menos así “si la van a operar, pase mañana a buscar la llave así estarán más cómodas”.
Por supuesto no falto en la escena de este relato, el ingrediente legal de los “Caranchos”…. La decisión se basaba en `cara o cruz´., El final fue feliz.
A veces las cosas suceden por algo y el mensaje del corazón se envió…
“Dios está, en cada uno aunque no lo veamos.” Este barco suelta amarras para llevar a los puertos virtuales y en papel un enorme agradecimiento .