¿Qué comprar con 1000 pesos?
Que cueste asumir tantos cambios de valor monetario; en la relación costo-producto ¿refleja confusión ó realidad oculta?, Por amplio que sea el debate en el contexto de hoy, la verdad es que la realidad supera la ficción. , Empero el tema de la desvalorización versus hiperinflación deja una brecha en el debate sobre los valores versus contenidos que aceleran una loca carrera contra el tiempo al “no va más” y se baja el martillo sin oferente, ni comprador – No va mas, “No conviene, dejémoslo ahí”, pero quién puede decir ¿cuál es el verdadero valor del billete argentino? el “ilustre” papel moneda, también conocido como: “biyuya, plata, mango ó la tarasca”… terminologías del lunfardismo que en el mundo de las transacciones quedan a criterio de cada uno; en su uso y denominación como más le guste.
En definitiva, no solo se trata más que hablar del “Oro” en su paleta de colores, sino más bien el manejo del mismo, generando tantas controversias en el ir y venir en el destino de la humanidad.
Empero cuesta tanto ganar legítimamente lo que se consigue por derecho que se contradice con la habilidad de cada uno, en este “paraíso de la pavada”.
¿Suena fuerte verdad?, ¡y sí!, Porque los valores fluctúan de acuerdo a los estatus sociales alcanzados, del cual se desprenden “las arte del manejo” sobre las necesidades básicas.
Un premio a la carga horaria por dedicación laboral, suena a un detalle de lujo: “un café y volvemos”, sin considerar cuan rimbombantes o magros sean los ingresos, del cual va a depender la calidad de vida de los distintos escalones sociales, versus posibilidades de acceso a la excelencia, confort, disfrute vacacional, estética, medicina, indumentaria de marca, mejoramiento del capital de producción, poder de inversión en el rubro que corresponda, perfeccionamiento en niveles educativos a partir de la educación básica, claro está.
Una brecha que varía según la zona de nuestra inmensa geografía con sus cuarenta y tantos millones que canta una verdad, de la que no parece querer debatirse a la hora de sentarse en la mesa, incluyendo, por cierto, el sinceramiento de cada uno, sin distinción de raza, credo, religión ó política. ¿Hasta cuándo y hasta donde?… sumaremos más necedad, es hora de mea culpa. No hay otra salida más que hacernos cargo de lo que nos toca, y seguir sin mirar atrás, Lo que fue hoy parte del pasado, aunque siempre habrá quien diga “ Ni olvido, ni perdón!”.
Por Gladis R. García