“¡Qué tiempo tan feliz, vivimos Tú y Yo” | Inés E. Alfaro y Aurelio Conesa
Historias de vida en la Patagonia…
Fue hace algún tiempo atrás que Nos detuvimos ante una vidriera de la `Galería Roca´ sobre la controvertida calle Kirchner, en la que aun se exhiben los maniquíes con lo último de la moda, empero hoy atendido por los herederos de esta historia.. “¡Ahí! a pasitos no más de la Avenida San Martin. Cruce que marca el centro neurálgico de una gran ciudad. Porque de eso se trata, de contar las historias que le dieron color y calor a la capitalina ciudad de Rio Gallegos en Santa Cruz.
Mientras observábamos los modelos de la vidriera, en el interior del comercio se percatan de nuestra curiosidad y como todo buen vendedor experimentado, el señor mayor luciendo una elegante gorra marrón se acerco a la puerta como disponiéndose a salir y al vernos nos invitó a pasar.
Con el clásico saludo de las buenas costumbres, enseguida se dispone a vendernos algo… “- ¿qué le podemos ofrecer?, -“No podemos comprar algo que no tiene precio”- , pues solo se trata de recordar, un poco, lo que fueron aquellos días allá lejos y hace tiempo.
Fue una respuesta contundente que provocó un brillo especial en los ojos de aquella pareja de abuelos, sobre el mostrador tenían abierto el diario “tiempo Sur” donde el día anterior se habían publicado fotografías sobre el festejo de los 90 años Juntos a familiares, amigos y vecinos
Después, de las formales presentaciones, apareció el mate de manos de Doña Inés y don Aurelio que graciosamente saca de su bolsillo “aquí está mi documento… que prueba los años que tengo” dice, la vieja libreta de enrolamiento, en la cual estaba abrochado hasta el papelito azul donde constaba su última votación…
Así los dos, Doña Esther Alfaro de 83 años (26-04-1935) y Don Aurelio Conesa de 90, (25-04-1928) Nos contaron algunas vivencia y anécdotas de aquellos lejanos días.
Decía Don Aurelio “Acá el invierno había que aguantarlo, hablo de los años, 1.950, 60, hacían unos 20º bajo cero. Las estufas eran a leña, traíamos los famosos rajones de calafate para quemar y calefaccionar la casa, después vino el carbón. Fue el ejército Argentino el que hizo el ferrocarril hasta el Turbio, en la época del General Perón”.
El Ejército marcó su impronta
“Fué Militar (retirado), egresó de la escuela para sub-oficiales, Sargento Cabral como Cabo y después fue ascendiendo. Estuvo destinado en el General San Lorenzo cerca de Rosario y en 1951 ó 52, más o menos
“Vine –decía- destinado aquí a Rio Gallegos. Fui conductor motorista, manejaba los Unimoc, los tanques. Tenía fotos de cuando estaba con los tanques, esa era mi especialidad.
“En Villa Martelli aprendí a manejar los tanques siendo aspirante en la escuela de Tropa mecanizada “Germán Ferdinad Tank”.
“Cuando yo entré a la escuela militar, no había camiones, había caballos después se motorizo. “Cumplí mis funciones en varios destinos como: Comodoro Rivadavia, Rosario, Buenos Aires.”
Según contaba Don Aurelio, eran épocas en las que muchos jóvenes soldados aprendían a leer y escribir en el Ejército.
“…Sí, porque antes el servicio militar era muy estricto y los que venían del campo a incorporarse generalmente no sabían ni leer, ni escribir. Entonces; se les enseñaba, se los instruía a todos por igual, rico o pobre, de una manera que sabían respetar, sabían todo, hoy ya no es así. Aquí venían de muchas provincias a cumplir con el servicio militar”.
Momento en que se construyo el puente de Güer Aike...
Recuerda don Aurelio.
“El puente de Güer Aike lo construyó una empresa, porque antes había un pasadizo, un puente chiquito allá por 1955, 1958, ó en 1960, más o menos, pero puede ser que el ejercito haya colaborado en algo, ya de eso poco recuerdo”.
“Hubo una época en la que se decía que venir a la Patagonia era un destino de castigo.- si bien había que poblar, se destinaba a los que por alguna cuestión eran castigados”
“No, no creo tanto así…. El vino porque había poca gente y se necesitaban más militares…” comentó Doña Inés.
El Amor por carta
El correo, ¡las cartas!, “Envíale una misiva” como se solía decir. Iban y venía la correspondencia escrita, con un cierto período de tiempo entre punto y punto. En el medio habitaba la imaginación y la esperanza firme de una respuesta, que sea cual fuere se disfrutaba o se afrontaban los dichos con la entereza que ofrecía la cultura social del momento. Doña Inés Alfaro hace su aparición en el escenario patagónico, mucho después de quedar huérfana de padres y por una invitación de una hermana casada con Don Héctor Zarate, Militar que también cumplía por aquel entonces su función en Santa Cruz junto a su Camarada el sargento Aurelio Conesa.
Doña Inés Llega a Rio Gallegos en un vuelo de Aerolíneas, al aeropuerto de lo que es hoy la ex armada. Feliz por el reencuentro familiar y más allá del típico vientito “fresco” que corre casi a ras del suelo y que congela hasta el tuétano, sino se toman los recaudos para ello.´-
De aquel paseo patagónico doña Inés se llevo consigo la marca profunda del flechazo certero de Cupido. Dos encuentros más en tres meses, harían que Don Aurelio de treinta y tres años con los permisos de estilo, formalidad y atuendo militar de rigor junto a su “muchachita” Inés de veinticuatro años ambos dieran el sí ante Dios y los Hombres.
Después de andar tantas distancias, poco le preocupaba a Aurelio si los hechos de tal acontecimiento aquel 1º de Julio de 1959 serían en el registro Civil de Lanús Este y por la Iglesia del Sagrado corazón en Lanús Oeste tal y como fue, porque él se sentía muy preparado para afrontar una familia., RECORDABA DON AURELIO en nuestra charla, que con graciosa picardía, reminiscencias de un vocabulario militar dice desde la otra punta del mostrador –“ yo me dije para mis adentros “es muy linda y yo la voy a instruir” y ella murmura la respuesta a nuestra pregunta – ¡tres meses de conocerlo y Me casé!… -¿Tan segura estaba ?…. “No sé, como yo estaba tan solita, ya no tenía mis padres, para mí era como un príncipe….”
Los Conesa de regreso Rio Gallegos: y quien instruye a quien
Las cartas se dieron vuelta, si recordamos la frase de don Aurelio -` yo la voy a instruir…´ porque “su Inés” quería a su hombre todos los días cerca suyo, quería un proyecto de vida distinto… sin guardias, sin ausencias, quería codo a codo forjar su historia de trabajo amor y familia juntitos, así fue que llego fin de año y la decisión estaba tomada. Don Aurelio, el Sargento Aurelio pedía la baja y comenzarían juntos una nueva forma de enfrentar la vida desde lo económico.
-“…Y nos fuimos con 360$ a la calle. Era poco pero en esa época rendía”.
Así que los primeros tiempos yo Salí de vendedor ambulante, pero está bien preparado para afrontar un hogar. Empezamos así, de a poquito a vender ropa y yo ya tenía titulo (dice Doña Inés) y siempre anduve detrás del rubro de la vestimenta.”
-“Estuvimos mucho tiempo en el Hotel Rawson, que ya no existe más, y después nos mudamos a una casita de chapa detrás del hotel colonial. Después tuvimos un socio y nos dedicábamos a vender las heladeras Aiklar, ya eran eléctricas, las primeras que llegaron acá las trajimos nosotros. Ósea agrandamos el rubro, era comercio dedicado a todos los artículos del Hogar.”
– “Pero el socio venia cada tanto con su esposa se alojaba en hotel., El vivía a todo confort. ¿Y nosotros qué? Trabajamos tanto, tanto y seguíamos viviendo en la misma casita. ¡En una casita de chapa!.. Entonces dije: no, se acabo el contrato y le hice disolver la sociedad y seguimos solos seguimos vendiendo ropa, después pusimos un localcito. El comercio nuestro siempre se llamo igual “Casa Conesa” por el apellido de mi marido…”
Y en forma de gracioso reproche le dice: “¡Claro! Conesa nunca decir Santa Inés… ¡no, nada!, el se acostumbro porque era su apellido” surgieron inevitables carcajadas entre los presentes.
DESPUES….Llegaron los tres hijos, pero la preocupación de esta madraza, aun hoy sigue.
“… Marcela, que nació en Sarandí Pcia. Buenos Aires, Betina y Marcelo, el más chiquito, que aun no lo puedo casar… los dos nacieron acá en Rio Gallegos.”
Y la frutilla del postre en este interview fue El orgullo a flor de piel
“Yo Aurelio, fui militar por vocación,
Pedí el retiro, ¡sí!, pero por más que me haya ido sigo defendiendo el ejército aunque que ya no sea parte de la Institución